En la sala de interrogatorios la chica esperaba pacientemente sentada en una silla, cavilando, pero sin responder ninguna pregunta hecha por aquellos que le cuestionaban, inclusive por encima de la autoridad de los hombres de la Guardia imperial y el mismo señor lobo. Sus respuestas eran escuetas y monosilábicas: -Si, No, Si, No- e inclusive a preguntas que no tenías ningún sentido similar.
De repente, Siegfried irrumpió en la sala, esperando una gran reprimenda por parte de sus superiores, sin embargo, Mizard lo miró y con un movimiento de cabeza le ordeno que se acercara a la chica, para que pudiese hablar con ella, ya que los señores al mando no habían logrado gran cosa.
El chico de alba cabellera se acerco tímidamente pero cuando alcanzó a llegar en donde estaba la guerrera, los comandantes se hicieron a un lado y salieron por la puerta para observar la platica por las cámaras de seguridad.
-Hola de nuevo, disculpa por la rudeza de mis superiores pero es el código de guerra, como te dije no te han tocado un solo cabello y seras tratada como invitada de honor, por lo tanto déjame quitarte esas esposas y dirigirme a ti como Siegfried- comenzó el muchacho a hablar acercándose a la espalda de la muchacha y quitando el seguro de las esposas que aprisionaban las delgadas y delicadas muñecas de la prisionera.
-Mi nombre es Yridielle, me dirijo a ti Siegfried como agradecimiento a tratarme tan bien y por perdonar mi vida. como es evidente tus superiores y tu no saben cual es el rango que ostento, pero te lo diré a su debido tiempo- La voy de la chica era como un coro celestial, con una dulzura sin precedentes, un tono delicado pero triste en el timbre de voz que hizo que la piel del noble guerrero se erizara un segundo.
-Gracias por tu confianza Yridielle, te aseguro que no se quien eres en realidad y perdone tu vida por respeto a la misma no por querer aprovecharme de las circunstancias, como sabrás tenemos dudas acerca de tu ejercito, pero creo que es un buen momento para que me digas el rango que ostentas en la nave, ya que con base en eso, me dirigiré a ti con mayor respeto-
Yridielle dudo un segundo y luego respondió: -Soy la princesa Eldar, Yridielle Uth Sola-Noëin, tambien soy una exarca de las Howling Banshees quienes fueron aniquiladas por tu gente, hija del gran señor del mundo Astronave que sobrevuela la atmósfera de este planeta- La cara de Siegfried se torno de un blanco impávido y claro, tenia e su custodia a la princesa más importante del mundo astronave que los atacaba, pero no solo eso, estaba prisionera y su unidad destrozada, si suponía que la exarca caía con la unidad el señor de la nave estaría furiosos por la perdida de su hija.
-Princesa Yridielle- dijo Siegfried con un hilo de voz, -¿Su padre esta enterado del ataque perpetrado por tu unidad a la superficie del planeta?- Yridielle lo miró con los ojos como platos y luego casi gritando de la desesperación dijo: -¡Por Kain, claro que no!, ni siquiera estoy permitida de salir de mis aposentos, soy exarca por rebeldía a mi padre y por eso estoy metida en un gran problema-
El rostro del lobo espacial se relajo y un segundo mas tarde mostró una sonrisa sincera y hasta cierto punto algo socarrona, se acerco a la chica y le dijo: -Estamos de suerte princesa, su padre la recibirá con gusto y nosotros acabaremos con esta guerra en poco tiempo, déjeme ultimar los detalles, si necesita algo solo ordenelo, recuerde que es invitada y no prisionera-
Siegfried salio por un segundo con sus superiores y le dijo al señor lobo Mizard que: -regresar a la princesa como una invitada, seguro un error en las filas Eldar la hicieron caer en la superficie, solo se le darán ropajes exquisitos y la armadura se le dará como ropaje de protección aparte, mostrando que no tuvo nada que ver con la batalla, así es un regalo de buena fe o bien la devolución de la joya mas preciosa de toda la nave, la chica estará bien y nosotros podremos negociar la paz, solo hay que viajar con bandera blanca pero no intercambiar a la princesa por la paz, sino dársela como un regalo no bélico, pues ella no tuvo nada que ver, hipotéticamente hablando...
viernes, 18 de febrero de 2011
martes, 25 de enero de 2011
XII. Un regalo divino.
Mientras se iba acercando a la escuadra que lo acogió durante varias batallas y que ahora estaba ahí, desperdigada, con pocos sobrevivientes y varios hermanos que no volverían a ver la luz de otro día.
Con mimo, tomó los cascos de sus siete hermanos caídos en batalla, y los acuno con sus brazos, para que, como si fuesen parte de aquellos que compartieron risas y batallas con él, fueran en sus brazos una vez más.
Ya en la base de operaciones en el planeta forja, se encontró con una gran celebración por la victoria de ese día, sin embargo, el joven de cabellera blanca no estaba sonriendo del todo, su equipo, sus amigos que una vez fueron rivales habían caído ante la agresión de unos cuantos, por la torpeza de unos pocos.
En ese momento en que la algarabía llenaba los rincones de la base pero no el corazón del lobo blanco, un guerrero con una armadura cubierta de runas y un símbolo de un cráneo rodeado por un engrane se acercó al chico:
-¿Qué piensas hacer con esos yelmos hermano?- le pregunto sentándose a su lado.
Siegfried al escuchar al sacerdote de hierro detrás de su insondable mascara rúnica, giró su rostro, y con voz sincera pero melancólica le respondió:
-yo sigo con vida y deseo honrar sus vidas por siempre para que me acompañen, quizá si yo fuese más hábil, ellos seguirían con vida-
-eres muy noble, pero no dejes que la pena te agobie, mientras voy a reparar las hombreras de tu armadura y dame los yelmos, ya veré que hacer con ellos para que tus hermanos te ayuden en la batalla hasta que seas reclamado por Morkhai- le respondió el sabio guerrero sin perder la compasión en la voz.
El sacerdote se retiró con los yelmos de los hermanos caídos con la ayuda de sus servobrazo, para luego perderse de vista al adentrase a las calderas del planeta.
Siegfried apuró un tarro de cerveza y comenzó a contagiarse de la alegría de los asistentes pero cuando su sonrisa ya se ensanchaba más se escucho un grito, más parecido a un ladrido:
-¡General entrante, Señor Jerran Kell, Sacerdote Lobo Arkor, Señor Lobo Mizard Colmillo de diamante, firmes!-
Todos los asistentes se quedaron de pie en posición de firmes con una solemnidad y presteza asombrosos.
Un momento más tarde, el señor lobo, cuyo cabello corto, estilo militar, con una coleta de caballo delgada ubicada en la base de su nuca y un color blanco azulado brillaba con las luces del comedor. Levantó la mano para que sus hombres relajaran sus facciones y pudiesen tomar asiento, mientras que los soldados de la guardia se mantenían rígidos como tablas.
Los oficiales pasaron pero Mizard miró a Siegfried y con un movimiento de su mano lo llamó, este sin rechistar se levantó de su asiento y lo siguió hasta salir de la habitación, dejando a los ridículos soldados imperiales quietos como estatuas pues no habían recibido la orden de relajar los músculos ni un segundo.
-Muchacho, buen trabajo, pero como era de esperarse la chica no piensa hablar, te necesito en la sala de interrogatorios en treinta minutos y por favor lleva tu armadura completa, sin hombreras te ves… extraño, ya le ordene a Erick que se apresure con esas composturas y por cierto buen trabajo nuevamente, te tendré en cuenta- Le asaltó el señor lobo sin dejarle siquiera presentarse, y así como habló se dio media vuelta tocando el hombro del chico y se fue con los otros señores de la guerra.
Siegfried con la emoción embargándole en cada fibra de su ser, corrió escaleras abajo hasta las calderas de fundición para encontrase con el llamado Erick, quien evidentemente era el sacerdote de hierro.
Lo encontró enfrascado en unas hombreras grises con los vivos en rojo, dándole los últimos detalles, cosa que extraño harto al joven guerrero puesto que su rango de garra sangrienta lo obligaba a tener los adornos en amarillo.
-Hola Chico ya casi están tus hombreras solo me faltan detalles mínimos, y en el banquillo están los nuevos aditamentos que me pediste, los hice con los yelmos de tus hermanos de escuadra, ojala te sirven y te agraden- le dijo Erick mientras seguía martillando y vertiendo acero en la hombrera. Siegfried corrió a ver qué era lo que había hecho el sacerdote de hierro para con él.
Unos pocos eslabones de cadena descansaban en el banquillo, finamente pulidos y bellamente forjados, no era una cadena muy larga pero si enormemente resistente, la tomo entre sus manos y la enredo en su antebrazo asegurándola en la parte de la muñeca, sin duda una protección adicional forjada con las vidas y almas de sus hermanos caídos en batalla, ahora sabía que si más caían ayudándolo, terminarían como otro eslabón en la cadena, honrándolos, y recordándole que les debe más que su propia vida.
De repente Erick lo saco de su ensoñación, gritándole con fuerza: -Hey chico, ven para acá debo asegurar tus nuevas hombreras y ver que la cadena quede bien en tu brazo, no tenemos tiempo el señor Mizard me dijo que tenía media hora terrestre, hace veinticinco minutos- Siegfried se apresuro y la fusión de brazo con hombrera comenzó.
jueves, 20 de enero de 2011
XI. La sagrada existencia.
La chica miro con asombro el gesto de respeto y humildad que le ofrecía el joven lobo, nunca antes había sido tratada como un igual e incluso como un superior por ningún enemigo:
-Sabías muchacho que con la velocidad que tengo puedo romperte el brazo y llenarte el cuerpo de Shurikens, antes de que siquiera lo notes-
Siegfried sereno y con voz tranquilizadora le dijo: -No lo harás, porque si así fuese pertenecerías a las legiones de tus primos los oscuros, además si así fuese ya lo hubieses hecho, no te preocupes tengo todo el respaldo de dos ejércitos, mis hermanos de armas y aquellos a quienes venimos a apoyar que, ciertamente, no están mancos y poseen la artillería más fuerte de la galaxia-
-¿No tienes idea de quién soy verdad?- respondió la chica con un dejo de perplejidad en la voz.
El lobo respondió con la misma serenidad que antes no sin antes encorvarse un poco por la lluvia de fuego que caía sobre los agresores de armadura albiceleste, aquellos que arrancaron la vida de dos de sus hermanos:
-Se puede decir que soy bastante nuevo en esto, esta es mi primera misión fuera de mi cuadrante, además es la primera vez que me enfrento a tu raza-
La hermosa alienígena sonrió por lo bajo, ofreció sus manos al frente y le dijo con sinceridad:
-Mi honor es la batalla y la gloria del combate, tú me derrotaste con presteza y habilidad, sin dejar de lado las tres toneladas de suerte que llevas en esa armadura. Está bien seré tu prisionera solo por haber sido tratada como tu igual y porque mi honor estaría manchado al traicionar a aquel, que perdono mi vida-
El guerrero sonrió con franqueza y le tomo ambas manos, y sujetándolas por la espalda de la guerrera con la mayor delicadeza posible la fue llevando paso a paso hasta un lugar a cubierto. En ese instante llamó con su comunicador integrado a la armadura al Rhino más cercano para recoger a los heridos y llegar hasta él asegurando así la zona y a su rehén.
Al llegar el soporte, las fuerzas agresoras se replegaban hacia las zonas de mayor cobertura para luego abandonar la batalla, dejándola para otro momento.
Los cuerpos de rescate y aseguramiento de la zona llegaron hasta el lecho de muerte de varios de los compañeros Garras sangrientas del Siegfried, sin embargo 4 de ellos solo tenían heridas de gravedad pero aun respiraban y su general el guardia de lobo estaba mal herido pero aun vivía.
Un sacerdote lobo se acerco hasta donde se encontraba el feroz guerrero y su prisionera, primero miró al guerrero y luego a la mujer:
-¿Qué significa esto Siegfried?- pregunto el sacerdote con voz recia y temblorosa al ver que la chica se había soltado de sus amarras pero no buscaba sus armas.
-Es una prisionera de guerra señor, al parecer es alguien importante, aun no lo sé, eso se lo dejo a profesionales como ustedes, pero me pareció justo preservar una vida tan rica y que nos puede ayudar a dar un giro en esta guerra- Respondió el interpelado.
-Muy buen trabajo muchacho, la llevaremos nosotros y a juzgar por su actitud será tratada como una invitada, a pesar de ser el enemigo, no está presentando resistencia al arresto ¿le derrotaste en justo combate?- Dijo el sacerdote lobo más que con seguridad con curiosidad ante el extraño cuadro que presentaba la mujer sin ataduras y a la espalda del joven garra sangrienta sin presentar un atisbo de resistencia.
-Así es señor, logré vencerla en un combate mano a mano no sin antes perder mis hombreras y que sus espadas reclamaran parte de mi carne- contesto el joven guerrero sin dejar que su voz se crispara por la emoción de haber derrotado, al parecer, a alguien muy importante.
-Bien hijo, el resto déjanoslo a nosotros, ahora ve a ver a tus hermanos de batalla, recompón esa armadura y preséntate conmigo en la fortaleza de la guardia a las 0700, no creo que esta guerrera quiera hablar con nadie más que con el que logró vencerla en justo combate, ah y muchas felicidades, esto me huele a una gran jarra de hidromiel fenrisiano y un buen asenso, gran trabajo Siegfried-
-Gracias señor- fue lo único que alcanzo a decir antes de girar sobre sus talones y apoyar con los heridos, no sin tener en el rostro una sonrisa que bien podría sostener por una eternidad.
miércoles, 19 de enero de 2011
X. La tormenta ancestral
El rugido de las balas al cruzar el campo de batalla era interminable, explosiones controladas por parte de los sagrados bolteres, rayos y estallidos de las primitivas armas de la guardia imperial a la vez que los zumbidos inconfundibles de las armas de mono filamento de los guerreros Eldar, quienes al entrar en la atmosfera del planeta descargaban sus rifles y catapultas en contra de sus oponentes.
El feroz Rhino cruzaba la tormenta de fuego con paso firme y decidido, dentro de él 10 guerreros preparaban sus armas, recargaban sus pistolas bolter y esperaban las especificaciones del líder de manada, quien con mano segura, colocaba con firmeza su casco de batalla:
-bien chicos, la gloria está detrás de la puertas, erradiquen la amenaza Xenos, fórjense un nombre y honren a Russ-.
Ante estas palabras El Rhino abrió de golpe su rampa de descenso y sus puertas de acceso, los soldados salieron en tropel rugiendo improperios y lanzando sus disiparon en contra de la unidad enemiga más cercana, unos jóvenes Eldar con poca experiencia y ataviados con armaduras de color carmesí, los denominados guardianes.
La batalla que siguió fue más bien una carnicería, los guardianes ni siquiera lograron defenderse, una victoria asegurada por el escuadrón de garras sangrientas, pero algo inquietaba a Siegfried, la victoria en contra de esos novatos había sido demasiado fácil y sus hermanos de armas habían peleado con fiereza más no con sentido común, estaban ahora expuestos a lo más fuerte del ejército enemigo, el fuego.
Con el corazón en un hilo, el joven guerrero advirtió al general con premura de que se había actuado sin cautela y que estaban en campo abierto, como dianas en un campo de tiro. El guardián de lobo ordeno con firmeza a su escuadra que se movieran a unas ruinas cercanas para evitar la mayor cantidad de tiros oponentes, pero en el momento en que su orden fue escuchada por todos los miembros de la unidad una andanada de discos ultra afilados golpearon a dos jóvenes impetuosos, rebanando sus cabezas como si se tratasen de frutas frescas.
-A cubierto ¡Ya!- grito el guardia de lobo mientras se desplazaba a todo correr hacia las ruinas antes designadas, dejando atrás una tormenta de discos mono moleculares y a dos de sus compañeros de batalla.
Ya en cobertura los guerreros del lobo recargaron sus armas y esperaron el momento preciso para salir y dar caza a los enemigos que habían acabado con sus compañeros, pero antes de poder lanzar la carga en contra de los Eldar ataviados con armaduras albicelestes, una enorme nave de combate aterrizo a pocos metros de su ubicación, descargando a unos guerreros con armaduras ocre y dorado, con mascaras aterradoras.
Los terroríficos guerreros de estilizadas figuras se abalanzaron sobre la unidad de garras sangrientas con un grito espectral que sacó de línea todos los sistemas de los cascos de marine espacial. Sin embargo en un acto de desesperación los guerreros de Fenris descargaron sus pistolas bolter y se arrojaron para el choque de fuerzas.
Por lo tanto y con un poco más de cabeza fría, Siegfried se arrancó el casco de batalla y enarbolo su espada sierra, esperando el embate de los temibles guerreros.
La visión que tuvo fue terrible, sus compañeros eran masacrados en una danza macabra protagonizada por chicas, los temibles guerreros que estaban acabando con su escuadra entera eran Eldar femeninos. Así que con calma pero arrojo el joven guerrero lucho en contra de las tres restantes, eliminando a una de ellas y desprendiendo la mano diestra de la otra dejándola sin su temible espada.
El guardián de lobo prácticamente abatido por una de las guerreras, logró romper la máscara de espectro de la Banshee antes de caer al suelo arrojándole su espada gélida al combatiente que quedaba, Siegfried.
Con un movimiento ágil y grácil, el garra sangrienta soltó su pistola bolter y tomó la espada de su general caído, a la vez que tomaba la espada de la Eldar a quien había desarmado.
De inmediato la Eldar giró sobre sus talones para encarar al último guerrero que se encontraba en pie, con dos espadas bien sujetas, una en cada mano y con el hermoso rostro en una sonrisa socarrona y burlona.
Siegfried no pudo más que contemplar a la bella mujer, era sencillamente una escultura de dioses, con el rostro cincelado y marcado por un artista, pero con la mirada decidida y letal.
Como todo un caballero y sin perder los estribos, Siegfried saludó con ambas armas a su enemiga, quien extrañada devolvió el saludo y sin más ataco el guerrero, quien se defendió con presteza aunque perdió de tajo toda una hombrera de su armadura y en otro intercambio su otra hombrera fue destrozada como si se tratase de un cuchillo caliente al caer en un cubo de hielo.
El contraataque no se dejó esperar y con un golpe de suerte, con heridas superficiales extenuantes, los músculos doloridos y contando tan solo con la espada Eldar, el albo guerrero logró desarmar a la Banshee, dejándola a merced de la espada en el cuello.
Al fin había derrotado a su enemigo, sin embargo clavó la espada en el suelo y le ofreció la mano para levantarse:
-No es mi trabajo juzgarte, no soy juez, ni jurado ni mucho menos verdugo, eso ya lo harán mis superiores, pero por ahora te perdono la vida a cambio de que seas una prisionera de guerra pacifica, te aseguro que se te tratará con dignidad, justicia y honor, es lo menos que puedo hacer por alguien tan hábil-
martes, 18 de enero de 2011
IX. Los hilos del destino
La carrera del joven guerrero fue viento en popa, comenzando su reclutamiento en la unidad 0408 de los garras sangrientas, a cargo del guardia de lobo Khalas, quien enseño con dedicación y paciencia al joven guerrero a empuñar una pistola bolter con la mano diestra y a blandir con vehemencia una espada sierra con su mano zurda.
Después de varias incursiones al hiper espacio peleando con amenazas menores, la compañía de Siegfried fue elegida para proteger y apoyar un lejano mundo forja de la guardia imperial, el cual se veía gravemente amenazado por una astro nave Eldar, quienes decían que ese mundo había sido elegido centenares de años terrestres antes que la guardia llegara. Por lo tanto reclamarían con sangre los minerales y la riqueza del planeta.
Siegfried, quien había sido instruido desde su selección por el sacerdote lobo Ulrich, fue con su maestro para pedir sus sabios consejos y apaciguar su ímpetu para no cometer insensateces.
-Los Eldar son una de las razas mas antiguas del universo mi querido pupilo, su fuerza es asombrosa no tanto por su físico o por los golpes tremendos que provoquen ni mucho menos por su número sino por que son un ejercito perfectamente organizado, todas las escuadras tienen una función bien definida y sus poderes psíquicos pueden hacer que el destino de la galaxia cambie por completo-
-Para poder enfrentar a la amenaza Eldar debo ser más veloz que ellos maestro?-
-no son una amenaza mi querido alumno, los Eldar son una raza opulenta pero no es maligna, para derrotarlos solo debes ser más calmado y sereno que ellos, mantén tu coherencia y tu mente serenos, no pienses con el estomago y así ganaras la batalla-
El joven guerrero salió de los aposentos de su maestro con el convencimiento de que la batalla sería ganada para el bando del imperio si y solo si la justicia y la templanza se manifestaran en el combate.
Así pues tomo las herramientas del guerrero, se despidió de la piel de lobo blanco que enmarcaba sus aposentos y salió a encontrase con el destino, que bien los misteriosos guerreros de más allá de las estrellas, podían cambiar.
Llego puntual para embarcar el transporte blindado conocido como Rhino, con sus hermanos de armas y su líder de escuadra, todos listos para ser transportados en las grandes naves a la superficie del planeta el cual ya estaba bajo asedio.
Las transmisiones de los generales de la guardia imperial, eran confusos y estaban entrecortados. Poco se podía escuchar con sentido de los valientes humanos, ciertamente los Eldar sabían que si las comunicaciones estaban destrozadas o interferidas el caos reinaría en el campo de batalla, un caos orquestado por ellos.
Siegfried se dedico el viaje entero a estar en paz con su lobo interno, no dejaría que el ímpetu y las ansias de gloria nublaran su juicio, hasta que de repente el choque y el retumbar de las orugas del tanque en el suelo del mundo forja, lo sacaron de sus cavilaciones. El rugir del motor de aquella bestia de acero le recordó que la batalla estaba afuera esperándolo como una bestia imparable que sería frenada con la mordida del lobo. La llegada el infierno se había adelantado y los angeles exterminadores serían ellos o los Eldar...
Después de varias incursiones al hiper espacio peleando con amenazas menores, la compañía de Siegfried fue elegida para proteger y apoyar un lejano mundo forja de la guardia imperial, el cual se veía gravemente amenazado por una astro nave Eldar, quienes decían que ese mundo había sido elegido centenares de años terrestres antes que la guardia llegara. Por lo tanto reclamarían con sangre los minerales y la riqueza del planeta.
Siegfried, quien había sido instruido desde su selección por el sacerdote lobo Ulrich, fue con su maestro para pedir sus sabios consejos y apaciguar su ímpetu para no cometer insensateces.
-Los Eldar son una de las razas mas antiguas del universo mi querido pupilo, su fuerza es asombrosa no tanto por su físico o por los golpes tremendos que provoquen ni mucho menos por su número sino por que son un ejercito perfectamente organizado, todas las escuadras tienen una función bien definida y sus poderes psíquicos pueden hacer que el destino de la galaxia cambie por completo-
-Para poder enfrentar a la amenaza Eldar debo ser más veloz que ellos maestro?-
-no son una amenaza mi querido alumno, los Eldar son una raza opulenta pero no es maligna, para derrotarlos solo debes ser más calmado y sereno que ellos, mantén tu coherencia y tu mente serenos, no pienses con el estomago y así ganaras la batalla-
El joven guerrero salió de los aposentos de su maestro con el convencimiento de que la batalla sería ganada para el bando del imperio si y solo si la justicia y la templanza se manifestaran en el combate.
Así pues tomo las herramientas del guerrero, se despidió de la piel de lobo blanco que enmarcaba sus aposentos y salió a encontrase con el destino, que bien los misteriosos guerreros de más allá de las estrellas, podían cambiar.
Llego puntual para embarcar el transporte blindado conocido como Rhino, con sus hermanos de armas y su líder de escuadra, todos listos para ser transportados en las grandes naves a la superficie del planeta el cual ya estaba bajo asedio.
Las transmisiones de los generales de la guardia imperial, eran confusos y estaban entrecortados. Poco se podía escuchar con sentido de los valientes humanos, ciertamente los Eldar sabían que si las comunicaciones estaban destrozadas o interferidas el caos reinaría en el campo de batalla, un caos orquestado por ellos.
Siegfried se dedico el viaje entero a estar en paz con su lobo interno, no dejaría que el ímpetu y las ansias de gloria nublaran su juicio, hasta que de repente el choque y el retumbar de las orugas del tanque en el suelo del mundo forja, lo sacaron de sus cavilaciones. El rugir del motor de aquella bestia de acero le recordó que la batalla estaba afuera esperándolo como una bestia imparable que sería frenada con la mordida del lobo. La llegada el infierno se había adelantado y los angeles exterminadores serían ellos o los Eldar...
jueves, 6 de enero de 2011
VIII. Un encuentro con dioses
Ragnar se giro sobre sí mismo con la misma velocidad que un relámpago golpea el frío suelo de Fenris, sin embargo la voz profunda y omnipotente del portador del cráneo de lobo se hizo escuchar aun por encima de la agolpada sangre que cegaba los pensamientos del bravo guerrero.
-No es el Yelmo de Russ, no hay problema, si fuese ese el casco es que llevase hoy, ni siquiera se hubiese podido acercar, tranquilo joven rey-
Ragnar miró de soslayo a su entrañable amigo y luego al desparpajo de humano que yacía en el suelo del salón tratando de incorporarse. –De acuerdo Maestro, pero no quita su falta de respeto ante usted y ahora ante mí, le cerrare la boca para que comience su entrenamiento con todo el cuerpo dolorido durante varios días- por lo tanto el guerrero de cabello azabache propino un veloz puntapié en el rostro de Siegfried que lo levanto por los aires para luego darle un sin número de puñetazos en la mandíbula inferior.
Siegfried sintió el calor de su sangre y luego no sintió nada, después del tercer puñetazo el recién llegado estaba completamente inconsciente, para que como un pesado fardo, aterrizara en el suelo del salón con un ruido sordo.
El guerrero de alba cabellera despertó en unos aposentos cálidos y reconfortantes, el pellejo de Endoval, su lobo interno lucia orgulloso sobre la pared de su camastro, llevaba varias vendas en el cuerpo, el cual le dolía amargamente cada vez que respiraba.
Una figura ataviada en negro y con el casco de lobo fracturado, como rostro, lo observaba con detenimiento mientras se incorporaba de su lecho.
-¿Quién eres, que quieres de mí?- pregunto Siegfried casi perdiendo el aliento, para lo cual una voz que lo hizo estremecer respondió sus cuestiones con calma y procediendo de la máscara de lobo.
-Mi nombre es Ulrich, soy conocido como el asesino, soy un sacerdote de los lobos, un tutor y el que te dio la oportunidad de estar ahora conviviendo con los lobos espaciales, seré tu maestro, te enseñare todo lo que se necesita saber acerca de la vida de un lobo y sobre todo te enseñare humildad-
El sacerdote de los lobos, con voz pausada y serena seguía hablando mientras se acercaba al camastro del nuevo guerrero. –Tu fuerza es singular, yo sabía que estabas destinado a la grandeza mi querido Siegfried, pero debes templar tu carácter, ¿Qué es lo que quiero de ti?, es muy sencillo que honres el Canix Hélix que vive en tu interior al cual llamas Endoval, sirviendo a la fuerza de los lobos espaciales por toda la galaxia, que te forjes un nombre de verdad, que llenes de orgullo a Russ y al emperador.
Siegfried con los sentidos embotados solo logró asentir y bajara la mirada ante tan símbolo de gloria y respeto, a lo que solo logro articular:
-¿Cuales son mis órdenes maestro?-
Ulrich lo miró, le poso una mano sobre el hombro y si se pudiese ver a través de esa insoldable cara de cráneo se vería una sonrisa sincera, -en cuanto puedas ve a la división 0804, ahí te darán tu equipo hijo y te reclutaran a las garras sangrientas ahí comenzamos todos-
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