II. Un juicio justo
Los guerreros del cielo acogieron al valiente guerrero con recato pero admiración, pues la verdad, la justicia y el honor se encontraban en su espíritu y bullendo por su alma.
El recibimiento fue como cualquier otro en el colmillo, los valerosos guerreros de Russ miraban con recato a los recién llegados pero con especial interés en el joven Siegfried pues de toda la tribu, él fue el único en llegar hasta el trono congelado.
A todos los “nuevos” les fue recitado lo que ya era una tradición e incluso algo monótono, la prueba que deberían pasar para ser abrazados por el espíritu del lobo y así convertirse en guerreros sagrados de Fenris, honrado al emperador galáctico con su habilidad y destreza. Pero con el riesgo de perder la vida frente al temperamental espíritu del planeta.
A los pocos días el fiero guerrero Siegfried, fue llamado para afrontar la prueba. Esté muy decidido, se presentó sin chistar a encontrase con su destino, por lo cual fue trasladado en una pájaro de metal y fuego hasta el centro mismo de la tundra helada, ahí fue abandonado a su suerte para afrontar las penurias de los hielos eternos y los afilados colmillos de su presa.
Al poco rato el joven Siegfried encontró una cueva en donde podía refugiarse del inclemente frío del planeta congelado, pero para su sorpresa esta se encontraba custodiada por su presa, un fiero lobo de Fenris tan blanco como la nieve, con los colmillos grandes y afilados como la más hermosa espada de hielo y con los ojos tan brillantes y expresivos que asemejaban un par de soles, con un abismo en el centro.
Ambos oponentes se midieron, se observaron y se recorrieron con la mirada, esperando, olfateando y grabando los movimientos de su adversario. Finalmente el fiero lobo se impulsó con la ayuda de sus cuartos traseros, alanzándose de un salto sobre el valiente humano. Esté logro evadir parte de la dentellada pero los enormes colmillos del lobo lograron rasgar su brazo izquierdo.
Con pericia el elegido del colmillo asesto un puñetazo al costado del fiero can, sin embargo su golpe no causo el efecto deseado y solo logró lastimar sus nudillos. El Lobo mostro nuevamente los colmillos y con la boca roja por la sangre recolectada de su enemigo lanzo un segundo ataque. Sin embargo Siegfried esta prevenido, se deslizó para dejar pasar al blanco demonio y estando debajo de él le golpeo repetidamente el vientre.
Dolorido, el temible animal giro en redondo y se enfrento al imprudente humano, su cena sería él y solo él, por lo que ataco sin miramientos. En ese momento el astuto joven sacó el cuchillo ceremonial que se les da para afrontar la prueba y con celeridad asestó un golpe seco en el costado del mastodonte blanco, que con un chillido característico de los caninos cayó sobre la ya, roja nieve.
Cansados, lastimados y abatidos ambos contrincantes se miraron, el lobo en el frío suelo, derrotado ofreció de manera voluntaria y honorable el cuello a su oponente, pero Siegfried no lo veía justo, ambos habían sufrido y por una golpe de suerte él había sido el vencedor, sin embargo el lobo comenzó a gruñir y a aullar exigiendo que le diera un final honorable.
Así pues, el noble guerrero de un tajo indoloro acabo con la vida del hermoso animal, lo desolló con total cuidado y arranco con el dolor de su corazón el cráneo del lobo, con sus nanos y la grasa del animal limpio el hueso y con la pelliza recién cortada cubrió su dolorido y congelado cuerpo, entrando a la tan disputada caverna. La primera fase de su prueba había terminado, ahora solo faltaba la parte difícil… regresar.
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