jueves, 16 de diciembre de 2010

VI. La llegada al colmillo

Los días siguientes a su enfrentamiento con el oso, fueron mucho más sencillos pero que ponían aprueba su nuevo cuerpo modificado, sus resistencia y su astucia, pues debería cruzar gran parte de la tundra helada, con ríos, lagos, cavernas, nieve profunda y temperaturas extremas.

A lo largo de varios días de caminata, cruzando por zonas tremendamente peligrosas, como un yermo de puntas afiladas como cuchillos y un volcán activo en donde la nieve y el magma se unían en una armonía perfecta. Siegfried llego a la escarpada columna de hielo conocida como la columna al cielo, una formación helada que culminaba en la base de los dioses del cielo, los lobos de las alturas.

El joven guerrero comenzó si acenso enfrentando temperaturas terribles, que podrían helar la sangre de los menos preparados y congelar los huesos de los simples humanos.
La escalada fue sencillamente abrumadora, el joven guerrero enfrento la furia de la ventisca, el viento y los mismos relámpagos, además de un terrero bloqueado por formaciones rocosas afiladas que podrían desollar al lobo más temerario.

El camino duro un ciclo lunar entero, en tiempo de Terra, pero finalmente y con heridas que denotaban su accidentado camino, Siegfried llego ante las puertas de la fortaleza del cielo, conocida como “El colmillo”

Con seguridad y presteza, empujo las enorme puertas de acero, la cuales con un ruido sordo se abrieron de par en par dejando ver un salón alfombrado, iluminado con antorchas, ubicadas estas a los costados de la larga estancia, con una separación no mayor a dos metros. A lo lejos un grupo de soldados ya lo esperaban.

La atención del recién llegado fue atraída por un guerrero ataviado con una enorme armadura negra, vivos en dorado, una enorme piel de lobo gris colgando de su espalda, un rostro de cráneo de lobo y un artefacto parecido a un bastón de color oro y con adornos de águilas y lobos.

-Acércate Siegfried- Le ordeno el extraño caballero del cielo, -yo te vi, sabía que estabas destinado a la grandeza, termina el ritual y prueba que no me equivoco- fueron las siguientes palabras del hombre con rostro de muerte. Siegfried se acerco, tambaleándose aun por el cansancio y la inanición, mas sin dejar de lado su mirada fría y enteca ante este personaje.

De repente, una copa de oro grabada con efigies de lobos, runas y águilas fue traída por uno de los asistentes, este se la extendió al hombre de la cara de cráneo, quien la tomo y agrego una gota de un liquido incoloro, para después ofrecérsela libremente al tambaleante viajero. Este la tomo con ambas manos y sin pensarlo dos veces bebió hasta la última gota.

Los espasmos de dolor regresaron, su crecimiento estaba por culminar y ese era el último detalle, se vio nuevamente empequeñecido con el tamaño y la furia del lobo, pero, esta vez fue Endoval quien tomo las riendas y se controlo a si mismo para mantenerse sereno, -es un trabajo de so y no solo de uno, yo soy tu, tu eres yo, juntos somos más que un dios, Siegfried, hemos de hacerlo juntos-

El chico abrió los ojos, su cansancio había desaparecido, su fuerza la sentía crecer por su cuerpo, y podía sentir el latido de dos corazones en su pecho, uno el suyo propio y el otro de Endoval, quien compartiría por siempre ese cuerpo con él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario